La situación se tornó realmente crítica. El avance del Covid-19 en el mundo va tomando más fuerza, y obliga a tomar decisiones drásticas. La sensata decisión del gobierno en la Argentina es priorizar la salud pública e intentar contener el impacto económico. Mientras se prepara el sistema de salud para poder atender más casos cuando se alcance el pico de contagios, previsto para las próximas semanas, se van tomando medidas económicas para asistir a los sectores más golpeados y evitar que se corte la cadena de pagos. Las medidas van el sentido correcto, aunque hará falta profundizar aún más en los próximos días y aparecen problemas importantes en su implementación.

Ni el sistema sanitario, ni el sistema económico están preparados en nuestro país para enfrentar una situación de estas características. La reacción temprana, habiendo observado lo que ocurre en Europa, pareciera por el momento estar logrando con éxito el aplanamiento de la curva de evolución de los contagios, fundamental para evitar el colapso del sistema sanitario. Sin embargo, esto tiene un costo muy alto en términos económicos y sociales.

Desde el punto de vista de la macro, el freno total de la economía va a implicar una muy fuerte caída del PBI, y un deterioro de todos los indicadores, que se miden contra esta medida clave, que es la sumatoria de todo lo que la economía produce en un período de tiempo. Es así como las proyecciones de cocientes de deuda a PBI, resultado fiscal a PBI, etc., presentarán un deterioro inimaginado hace unas semanas atrás, previo a la pandemia.

Desde el punto de vista de la micro, la situación luce muy grave, con sectores devastados por el impacto del freno en la actividad. Los más golpeados de manera directa: turismo, hotelería, restaurantes, comercio (excepto alimentos y medicamentos), servicios, textil, automotriz, industria, etc., necesitarán de asistencia directa para evitar despidos masivos e impedir el quiebre total de la cadena de pagos. Asimismo, aquel porcentaje no menor de la sociedad que vive de trabajos informales (changas), hoy ve imposibilitada su fuente diaria de ingresos para garantizar la subsistencia. He aquí el otro gran desafío del gobierno, contener esta situación, garantizando alimentación y servicios básicos a estos sectores, y evitar el desmadre. Aquí aparece un importante escollo en la implementación de estos programas de asistencia, ya que la transferencia directa de dinero no resulta posible en situaciones en las que ni siquiera se cuenta con bancarización y los bolsones de alimentos requieren de una logística apropiada a la realidad, que implique que no haya que asistir a retirarlos a ningún punto, sino que la entrega se haga puerta por puerta. Con este objetivo, probablemente sea necesaria la convocatoria al ejercito. Evitar la circulación del virus en el conurbano es clave para lograr el éxito.

Sin embargo, toda esta situación de crisis tan profunda abre una ventana de optimismo para la evolución de la economía argentina en el mediano plazo, pero que depende directamente del éxito en el corto. La posibilidad surge del hecho de que se contarán con muchos grados de libertad para poder implementar políticas expansivas, que apunten a dinamizar el mercado interno. Previo a esta crisis, la necesidad de reestructurar la deuda, y evitar un default, indefectiblemente iba a generar una serie de restricciones vinculadas a objetivos de equilibrio fiscal, monetario, externo, etc. En el actual contexto, el default de la deuda argentina ya es un hecho que se confirmará en las próximas semanas, pero que pasará inadvertido frente a una situación de defaults soberanos, subsoberanos y corporativos a escala mundial. Es como contar con la posibilidad de esconder un elefante en medio de una manada de elefantes. Esta situación nos otorgará grados de libertad en la administración doméstica de la política económica, con el objetivo de dinamizar el mercado interno. Claro que para que esto tenga éxito y comiencen a observarse los resultados recién en los últimos meses del año, primero habrá que sortear con éxito estos meses que nos vienen por delante, donde la clave es evitar la propagación del virus, y de esta manera garantizar a la población la asistencia sanitaria, y proteger así nuestras vidas, y a la vez evitar el quiebre de la cadena de pagos y el estallido de una crisis social.

Si la implementación de las políticas de transferencias de recursos y de asistencia básica resulta la adecuada, podrá controlarse la situación y apuntar a un crecimiento en la última parte del año. Es complejo, pero posible. El gobierno va por el buen camino, dependerá, como siempre, del comportamiento del resto de los actores de la sociedad, esto es, una clase empresaria que acompañe a situación de crisis sin abusos, ni comportamientos especulativos, sin despidos, sin aumentos desmedidos de precios, y garantizando el abastecimiento. También dependerá de la sociedad en su conjunto que entienda que el asilamiento social es la solución en esta etapa. Si ben es función del gobierno controlar ambas cosas, también se requiere de los comportamientos individuales.

Entre las últimas medidas que se tomaron para enfrentar la crisis del coronavirus se destacan:

  • La creación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que consiste en un bono de $10.000 por única vez para monotributistas clase A y B, trabajadores informales, de casas particulares y desempleados. Esta medida alcanzará a 3,6 millones de trabajadores.
  • Un bono de $30.000 para los trabajadores de salud.
  • No se podrán cortar los servicios públicos esenciales (electricidad, gas, agua, telefonía, internet y tv) por 180 días.
  • El Banco Central restableció el clearing bancario.
  • Se reducen transitoriamente los pagos de aportes patronales para los sectores afectados por el coronavirus.
  • Se reglamentará el Programa de Recuperación Productiva (REPRO), donde el Estado se hace cargo de completar parte del salario mensual de los trabajadores.  
  • Se cogelan los alquileres y créditos hipotecarios por 180 días.
  • Se extiende la cuarentena, por ahora, hasta el 13 de abril.
  • Se extiende el plazo para la repatriación de fondos (para la reducción de la alícuota del impuesto a los bienes personales), originalmente el 31 de marzo.

Se conoció el resultado fiscal de febrero, que arrojó un déficit primario de $27.497 millones (desde un superávit de $6.726 millones en febrero de 2019). Los ingresos primarios crecieron +37% anual, muy por debajo de los gastos primarios que crecieron +51% anual. Los intereses de la deuda pública fueron $40.801 millones y el resultado financiero fue deficitario en $67.577 millones (desde un déficit de $4.906 millones en febrero de 2019). El deterioro en el resultado fiscal empieza a notarse, y será más fuerte en los próximos meses ya que resultará necesario hacer crecer más fuerte el gasto y se verán duramente comprometidos los ingresos. Sin embargo, el default ayudará a frenar el crecimiento de la partida de intereses de la deuda pública, lo que otorgará mayores grados de libertad.

Mientras tanto, el gobierno estaría en conversaciones para que el FMI le otorgue un préstamo de U$S 3.000 millones como asistencia excepcional, sin condicionalidades (medida que el organismo tomó en la crisis del 2009 en asistencia a países miembros), para ayudar a financiar parte del gasto que el Tesoro va a asumir por las medidas económicas tomadas.

Se conocieron los datos de actividad económica al cierre de 2019. Durante el último trimestre del año el PBI se contrajo -1,1% anual. De esta manera, en 2019 se registró una caída de -2,2% en comparación con 2018. Los resultados trimestrales fueron I trim 19: -5,8% anual, II trim 19: 0% anual, III trim 19: -1,8% anual, IV trim 19: -1,1% anual. Esto evidencia la dinámica recesiva que presentaba la economía argentina previo a la aparición de la crisis por Covid-19.

El resultado comercial da cuenta de un nuevo superávit. Se acumula en los últimos doce meses un saldo superavitario por U$S 17.319 millones, máximo valor desde julio de 2009. Las exportaciones alcanzaron los U$S 4.324 millones y cayeron -2,8% anual, y las importaciones cayeron -20,1% anual, alcanzando los U$S 3.195 millones. Este resultado positivo es consecuencia del fuerte debilitamiento del mercado interno. Los próximos meses seguirán con contracciones en ambos frentes, por el lado de las importaciones, consecuencia de la caída que se espera en la actividad en el corto plazo, y por el lado de las exportaciones, donde la situación de crisis, que impacta también en la logística interna afectará las exportaciones de granos, a la vez que la recesión global afectará la demanda externa del resto de nuestros productos de exportación.

La desocupación alcanzó el 8,9% durante el cuarto trimestre de 2019. De esta manera, se ubicó por debajo del 9,1% registrado durante el último trimestre de 2018 y del 9,7% del tercer trimestre de 2019. Este indicador crecerá muy fuertemente en los próximos meses, y se ubicará, después de muchos años, nuevamente en los dos dígitos.

Durante enero, las ventas en supermercados cayeron -1,6% anual a precios constantes, y las ventas en centros de compra durante enero cayeron -1,9% anual a precios constantes. Los próximos meses veremos una fuerte recomposición de las ventas en supermercados, dado que el público se volcó masivamente a comprar alimentos, y una muy fuerte contracción en centro de compra, ya que la actividad actualmente es casi nula.  

Durante febrero, la producción de acero alcanzó las 344.800 toneladas. De esa manera, registró un aumento de +8% con respecto a febrero de 2019 y avanzó +15,3% mensual. Cabe destacar que durante febrero se reiniciaron plantas que habían experimentado paradas en enero. La producción de laminados terminados en caliente avanzó +5% anual y alcanzó las 239.400 toneladas. En comparación con enero, cayó -17,5%.

Por último, el sector petrolero local está siendo impactado por la continua baja del precio internacional del petróleo, que ya alcanzó los US$ 20 en su versión WTI, y US$25 Brent. Algunas proyecciones dan cuenta de un barril de petróleo en 15 dólares para los próximos meses. Esto resentiría fuertemente la producción local, y ya se habla de un precio doméstico muy por encima del internacional.